Bibliomancia: El deseo de vivir

El Deseo de Vivir

Dr. Mauricio Fernando Miranda Salazar

Dir. de Información y Servicios Académicos

El capítulo que más me ha gustado de ‘La dimensión desconocida’ es uno que aún no he visto; lo he buscado en Internet por horas, le he preguntado a la Inteligencia Artificial y nada. En YouTube hay algunos capítulos, tanto de los que eran a blanco y negro como de aquellos que estuvieron al aire en los años ochenta, pero faltan algunos, falta al menos ese capítulo que tanto he deseado encontrar. 

Fue precisamente una noche cuando supe de su existencia, hacía frío y debía esperar el último camión. La calle estaba vacía, era sin dudas el escenario adecuado para una historia de suspenso o de miedo. Lo razonable era irme a otro lugar más iluminado y con más gente, pero mi rodilla me dolía mucho, así que decidí sentarme en una banca helada que estaba a unos pasos y esperar el camión o lo que fuera que tuviera que pasar. 

No tardó en llegar un señor muy viejo o al menos eso parecía por su forma de caminar tan frágil y por el fragmento arrugado del rostro que sobresalía de la capucha que cubría su cabeza. En León, Guanajuato todos los que vivieron en los ochenta sabían que atrás de la Comercial Mexicana Insurgentes había una disco en la que se había aparecido el diablo. Dicen los que estuvieron ahí que era un señor muy elegante, pero que, en lugar de tener un mocasín de lado derecho, tenía un pie de chivo. Por las dudas volteé con cautela hacia abajo y vi que el señor era pobre, sus zapatos estaban muy usados y rotos de algunas partes, eso me tranquilizó. 

Buenas noches, le dije. Él levantó su mano cubierta por un guante. Estaba decidiendo qué comentario hacerle a continuación, tenía muchas frases superficiales entre las cuales escoger, pero en menos de un minuto ya había seleccionado a dos como las finalistas, eran: “Está haciendo frío, ¿verdad?” y “¿Sabe a qué horas pasa la ruta 14?”. Para las dos yo ya sabía la respuesta, por lo que podría evaluar mejor lo que me contestara el señor. Sin embargo, antes de que yo pudiera decir nada, el señor me contó que ahí enfrente, donde ahora estaba una casa abandonada, había hace muchos años una tienda de muebles. 

La casa no tenía restos de pintura, tampoco había techo. Al igual que en los seres humanos, las puertas, las ventanas y todos los huecos estaban llenos de maleza que crecía en forma desordenada. Ahora no era más que un nido de ratas, pero mucho tiempo antes ahí él veía la televisión con sus amigos; porque antes casi nadie tenía una en casa. Por la tarde noche pasaban programas de terror y luego les daba mucho miedo regresar hasta sus casas por aquellas calles oscuras por las que no había en aquel entonces farolas públicas. Algunos tenían bicicletas, lo que les permitía reducir un poco el tiempo en que estaban aterrorizados, pero a él le tocaba irse a pie. 

De todos los programas que él había visto, uno en particular lo había dejado meses sin dormir. Era de ‘La dimensión desconocida’ y se trataba de una anciana que no se quería morir. Para evitar que la muerte se la llevara, había cerrado bien las puertas y las ventanas de su casa que estaba en el campo. No les abría a vendedores ni a nadie, pues cualquiera podría ser la muerte disfrazada para intentar engañarla. 

Un día escuchó las sirenas de patrullas, seguro perseguían a unos delincuentes. Por la parte de arriba de las cortinas cerradas se colaba la luz roja de las torretas. Se escuchaban disparos en todas las direcciones y de repente empezaron a tocar frenéticamente la puerta: “Ayúdeme, es la policía”. La señora asomó uno de sus ojos por una abertura en la ventana y vio a un oficial ensangrentado, le habían dado al menos dos o tres balazos. 

El oficial rogaba por su vida, pero la anciana se resistía a abrir. El policía llorando le imploró que se compadeciera de él y ella cedió a regañadientes. Cerró nuevamente la puerta y llevó al herido a su cama. Él quería hablar a la comisaría, pero ella no tenía teléfono. Le vendó las heridas y lo estuvo cuidando mientras se curaba.  

Ella se veía feliz de tener compañía después de tantos años de soledad, quizá la vida no era tan valiosa si no se tenía con quien compartirla. Se divertía platicando con el policía hasta que las heridas sanaron. Ese día él se puso el uniforme y le dijo, ya es hora de irnos. La anciana hizo su cuerpo un poco para atrás y le preguntó: entonces ¿tú eres la muerte? Sí, le respondió, pero tuve que hacer todo esto para que abrieras la puerta. Ella dijo, sí, ya lo sabía. Ahí comenzó la musiquita famosa de ‘´La dimensión desconocida’, en la pantalla se vio cómo ambos salían por la puerta y se iban alejando por el camino, hasta desvanecerse. 

En cuanto el señor terminó el relato llegó el camión y le dije que por favor subiera él primero, pero me dijo que no iba a ninguna parte, que él vivía por ahí. El camionero hizo sonar el motor para mostrar su impaciencia y yo me subí rápido. Me asomé por la ventanilla, pero ya no lo vi porque estaba muy oscuro. Pensé en preguntarle al camionero si había visto al señor que estaba conmigo, pero su cara de pocos amigos me disuadió. 

Otras veces llegué a tomar el camión donde mismo, pero ya nunca vi al anciano. Después de un tiempo tampoco estaba ya la casa abandonada, pues la derribaron para hacer ahí un edificio de locales. 

El capítulo, como ya comenté, nunca lo he encontrado. ¿Se lo inventaría el señor? ¿Se equivocaría de serie? Busqué programas parecidos y encontré uno muy interesante que se llama ‘Historias para no dormir’, una producción española en la que adaptan cuentos de Poe, de Bradbury y de autores afines, pero el capítulo que yo buscaba no estaba. Quizá de la misma manera en que demolieron la tienda de muebles, alguien, encargado del tiempo, había demolido por error el fragmento del pasado donde estaba guardada aquella historia. 

EN ESTE NÚMERO

  • 3 febrero

    Descanso obligatorio

  • 4 febrero

    Solicitud de exámenes a título o extraordinario

  • 17 - 21 de febrero

    Periodo de evaluación

  • 24 febrero

    Fecha límite de captura de calificaciones parciales y faltas

  • 25 febrero

    Publicación de calificaciones parciales y faltas