La IA y nuestro futuro
Dr. Mauricio Fernando Miranda Salazar
Director de Información y Servicios Académicos
Es una tecnología muy diferente a las anteriores….las herramientas empoderaban a la persona, las personas decidían qué hacer con ellas…la IA no es una herramienta, es un agente, puede tomar decisiones o generar ideas por sí misma….por lo que muchos de los peligros que representa no podemos aún vislumbrarlos.
Yuval Noaḥ Harari
Ya hemos convivido con la inteligencia artificial generativa casi dos años y después de este tiempo vale la pena reflexionar sobre si está a la vuelta de la esquina la autonomía artificial o si aún falta para alcanzar una consciencia virtual.
El apocalipsis no está cerca
Una de las primeras preocupaciones que surgieron, al ver las respuestas cercanas e incluso cálidas del ChatGPT a nuestras preguntas, fue la de si no habría ya algo de consciencia en ella. Una posible máquina con consciencia y más inteligente que las personas, pronto se daría cuenta de la amenaza que éstas representan para la sustentabilidad del planeta y quizá decidiría acabar con ellas, al menos esa era la trama de Terminator.
Varias situaciones alimentan estos temores, como aquella nota en los medios de información sobre el famoso ingeniero de Google al que habían despedido por decir que la IA había tomado conciencia. Nunca hubo evidencias de que esto hubiera sucedido y, precisamente, la falta de evidencias fue terreno fértil para las ideas conspiranoicas. Algunas otras noticias, entre ellas la de los programas diseñados para negociar (Alice y Bob), que al dialogar entre ellos comenzaron a desarrollar un “nuevo” lenguaje, son tan fascinantes que dan cabida, al menos a la fantasía.
Lo cierto es que estas herramientas de IA generativa procesan información, pero no están orientadas a sentir, y menos a tener la sensación de autoconciencia humana, la misma IA nos dice: “Como entidad virtual, no poseo conciencia ni experiencias subjetivas, por lo que no tengo la capacidad de experimentar emociones como lo haría un ser humano. Mi función es procesar y generar respuestas basadas en el análisis del lenguaje natural y la información proporcionada, pero estas respuestas se generan mediante algoritmos y no están acompañadas por experiencias emocionales” (ChatGPT, 2024).
Sin embargo…
Hace unos días apareció un titular sobre una IA que se había rebelado. Al leer con detalle el artículo podemos reafirmar, con Borges, que no tiene caso indignarse con las ya conocidas “simplificaciones del periodismo”. El contexto real es el siguiente: en Japón, la empresa Sakana AI, se encuentra desarrollando una IA para apoyar en tareas de investigación, la herramienta será muy útil para generar ideas, plantear hipótesis, analizar datos, redactar artículos y simplificar la revisión por pares, entre otras cosas.
Durante el periodo de prueba de dicha IA, se pusieron restricciones al programa para evaluar y mejorar su desempeño, una de estas restricciones era la de terminar la tarea en un determinado tiempo. Lo interesante viene ahora, porque el programa, en lugar de atenerse a lo solicitado, reajustó su programación y, además de autopermitirse continuar ejecutándose, se dio más tiempo para cumplir con las tareas asignadas. Parece sólo una travesura, pero tiene implicaciones que hacen aún más urgente la necesidad de revisar qué tanto control le podemos ceder a las inteligencias artificiales.
La conciencia humana nos posibilita pensar sobre nuestra propia persona, vernos a nosotros mismos y así ser capaces de evaluarnos reflexivamente. Desde hace tiempo, los programas son capaces de aprender, lo que implica cambios en sus contenidos para realizar mejor las tareas que les son asignadas (una forma de machine learning). Así, los programas que, por ejemplo, distinguen rostros, pueden cambiar su información inicial y aprender que algunos rostros tienen lunares y que eso facilita su reconocimiento; aprendizajes como los de este ejemplo son útiles y racionalmente acordes a lo esperado, pero un cambio en los objetivos o restricciones del programa, se escapa de lo lógico, de lo intuitivo y resulta en una sorpresa preocupante.
Haciendo una analogía forzada, es como si una persona, además de ser capaz de aprender matemáticas o sociología, fuera capaz de modificar su ADN y la expresión del mismo, y así realizarse modificaciones que lo llevaran fuera de los límites de la especie. Que un programa sea capaz de cambiar “su ADN” nos debe llevar a la reflexión y a participar activamente en uno de los temas políticos ineludibles y quizá más importantes en la historia de la humanidad, dadas sus implicaciones, y que es definir ¿cuánto control se le puede dar a la IA sobre nuestra realidad?
P.D. ¿La consciencia humana es la única forma posible de lograr la autonomía?
Una duda que queda hacia el futuro es si es necesario que la consciencia tenga una base sensible o no, la evolución ha logrado ese desarrollo espectacular de la consciencia después de millones de años y si no fuera sensible no podría motivarnos a la acción, somos seres que resolvemos problemas para satisfacer necesidades básicas, como reproducirnos, comer, defender a nuestras crías… La conciencia como medio evaluativo nos permite satisfacerlas e incluso generar deseos, motivaciones conceptuales alejadas de la corporeidad.
Es muy complicado generar sensaciones en las máquinas, pero también es cierto que una máquina o un programa virtual no requieren de necesidades de un organismo vivo, por lo que queda la siguiente pregunta en el aire ¿existirá alguna forma en que se logre cierta autonomía con una función similar a la de la consciencia, pero que no se encuentre atada a las emociones?
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